Erase una vez un perro pequeño que no paraba de comerse los muñecos y lo metieron en la jaula. Le dijeron que estuviera quieto que si no lo estuviera, lo llevaba a la perrera. Al final, el perro se portó bien, por fin se estuvo quieto, el regalo fue un hueso y estaba contento.
Realizado por Carolina de 10 años.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario